Cuento: "El recuerdo y el olvido en el barrio de Flores" (Alejandro Dolina)
En nuestros tiempos, no son
muchas las personas de buena memoria. Salvo, desde luego, en el barrio de
Flores. Todos sabemos las cosas que se cuentan sobre el barrio del Ángel Gris.
Y, aunque conviene desconfiar
de cualquier testimonio al respecto, es casi un hecho que los Hombres Sensibles
hacen alarde de recordarlo todo y suelen ejercitarse en lances tan complicados
como la tabla del 113.
Esto puede sorprender a quienes
han oído que los Hombres Sensibles de Flores huyen de las precisiones
científicas como de la peste y son más bien proclives a la improvisación.
Pero también ocurre que estos
espíritus atorrantes odian la muerte y sospechan que lo que se olvida, se muere.
Por eso no es raro encontrar en los atardeceres de la calle Artigas a los
muchachos sombríos memorizando versos murgueros, recordando la formación de
Boca en 1955 o repitiendo en voz baja la lista de asistencia del colegio
secundario. Están rescatando cosas de la muerte.
A su manera, son salvadores.
Entre tanto enemigos como tienen los Hombres Sensibles, se hallan los Amigos
del Olvido, organización con sede en Caballito, que propugna la abolición del
recuerdo, según dicen porque duele. "Todo recuerdo es triste"
declaran estos caballeros. Lo peor de estos impíos es su aire de inocencia,
hijo del olvido de sus culpas.
Sus semblantes sonrientes
despiertan la simpatía de todos y cada día, docenas de socios nuevos se
inscriben en la sede de la calle Rojas.
El grupo se organiza en
subcomisiones que se encargan a su turno de olvidar ciertas porciones del
universo. Así, existe la Comisión del Olvido Permanente de Marcos Ciani,
destinada a borrar las huellas del veterano piloto de Venado Tuerto. En sus
reuniones la subcomisión delibera sobre toda clase de asuntos, con la excepción
de aquellos que se vinculen de algún modo con Marcos Ciani.
Una rama ridiculizada de los
Amigos del Olvido declara que los recuerdos no solo son tristes sino también
falsos. "Jamás recuerda uno las cosas tal cual fueron", declaman.
De modo que para esa gente,
los recuerdos son especies de sueños y los sueños no merecen sino el desprecio.
Mientras tanto, los Hombres sensibles tienen decidido que solo los sueños y los
recuerdos son verdaderos, ante la falsedad engañosa de lo que llamamos el
presente y la realidad.
¿Qué es más verdadero?, se
preguntan ¿El amable recuerdo de nuestra primera novia, dulce, ansiosa,
inexplicable o esta señora contundente que compra fruta en la verdulería de la calle
Condarco? No hace falta decir que los Amigos del Olvido son más numerosos que
los Hombres Sensibles o - al menos - presumen de ello. Más justo sería aclarar
que muchas personas son Hombres Sensibles sin siquiera sospecharlo.
Vale la pena admitir en este
punto que hay quienes se acercan a los Amigos del Olvido, no por simpatía
filosófica, sino animados por propósitos tan mezquinos como el deseo de
olvidarse de una señorita inconstante. Tales infiltrados son descubiertos casi
siempre por los miembros de alguna comisión, quienes poseen un olfato especial
para distinguirlos.
Las sanciones son, en general,
muy severas. Pero rara vez se cumplen, precisamente porque los encargados de
ejecutarlas se olvidan de hacerlo.
Los Amigos del Olvido aman el
futuro. Pasan largas veladas contando hazañas que aún no han cumplido y
jactándose de los amores que tendrán alguna vez. Sostienen -además- que siempre
es mejor lo que ha ocurrido después. Constituye una experiencia interesante
proponer a la elección de un amigo del Olvido dos objetos cualesquiera, siempre
eligieran lo que se menciona en ultimo termino:
- ¿Quiere usted un helado de
crema o de chocolate?
- De chocolate.
-¿Lo prefiere usted de chocolate o de
crema?
- De crema.
De este criterio surge un
insoportable optimismo y espíritu progresista. Cualquier novedad es acogida en
la sede de la calle Rojas con aplausos y vítores.
Los Hombres Sensibles - como
todo el mundo sabe - odian el futuro, porque han descubierto que en el futuro está
la muerte.
El enfrentamiento entre ambos
grupos ha llegado muchas veces a una módica violencia. Pero las ofensas no
dejan rastros En unos, porque olvidan.
En los otros, porque perdonan.
Según los Amigos del Olvido, la existencia de medios idóneos para almacenar el
conocimiento torna inútil todo esfuerzo mental al respecto.
Poco sentido tiene - arguyen -
memorizar la historia de los fenicios, cuando hay libros que la atesoran
cabalmente.
Al oír esto, los Hombres
sensibles se enfurecen: - Eh...los libros solo son recipientes que contienen lo
que luego han de beber los hombres...
Pero a estas alturas, los
Amigos del Olvido ya están en otra cosa. Muchos Hombres Sensibles temen a las
computadoras, a las calculadoras electrónicas y al Cerebro Mágico.
Sostienen que el uso de estos
aparatos embota el ingenio y atrofia el intelecto.
Por eso es que, con toda
frecuencia, una melancólica patota recorre el barrio del Ángel Gris,
destruyendo las máquinas de pensar que suelen cundir en oficinas, para no
mencionar las cajas registradoras de los bares, los fixtures de Glostora, las
balanzas y los relojes automáticos. (A la hora de destruir, los Hombres
Sensibles se enardecen y no se andan con sutilezas)
En su larga lucha contra el
recuerdo y la memoria, los Amigos del Olvido han desarrollado interesantes
estrategias. Pero, sin ninguna duda, su más importante hallazgo fue el Licor
del Olvido, un cordial de existencia incierta que - según parece - tiene la
virtud de abolir el pasado en quien lo toma.
En épocas lejanas, los hombres
de la calle Rojas se limitaban a beber ellos mismos su licor, emborrachándose
locamente de esperanzas sin presagios. Pero luego empezaron a mezclar el licor
en la ginebra de los Hombres Sensibles para inducirlos a olvidar. Pero lo peor
ocurrió cuando los Hombres Sensibles alcanzaron a destilar el Vino del
Recuerdo, cuyos efectos son - como ya se sospechara - opuestos a los del licor.
También los muchachos del Ángel
Gris recorrieron el mismo camino: bebieron solos primero y trataron después de
usurpar las copas de los que nada recuerdan. Y eso fue terrible. Porque si el
Licor del Olvido y el Vino del Recuerdo son de por si peligrosos, la mezcla es
verdaderamente mortal.
El autor de esta crónica cree
haber probado - sin sospecharlo - ese espantoso coctel. Sus efectos se traducen
en oscuras añoranzas de lo que vendrá, en olvidos de lo que nunca fue y en un
sabor amargo y dulce que hace llorar. Las señoritas Amigas del Olvido suelen
pasearse por el barrio de Flores para enamorar a los Hombres Sensibles. Los
muchachos del ángel Gris - bien lo sabemos - son de corazón blando y se
enamoran para siempre. Entonces las señoritas de Caballito se olvidan de ellos
y los abandonan sin remordimiento. Estos tristes episodios propenden - sin
embargo - al florecimiento de las artes en Flores, pues los Hombres Sensibles
suelen componer sus mejores versos, elaborar sus canciones más sentidas y
tallar sus más hermosos anillos cuando sufren. Poco cuesta imaginar cual será
el fin de esta lucha entre olvido y memoria.
Los Hombres Sensibles de
Flores están derrotados. De nada les valdrá oponerse a la muerte, porque la
muerte llegara de todos modos. De nada les servirá su pasión por la memoria,
pues toda memoria es perecedera. Y - en definitiva - el tiempo es el mejor aliado
de los Amigos del Olvido.
Pero es obligación de todos
nosotros hacer un poco de fuerza por los muchachos de Flores, para que su
derrota sea más honrosa. Recordemos todo el tiempo. No olvidemos nada. Ni el
color de nuestras corbatas perdidas, no el olor a tiza y sudor del colegio, ni
el calor del asfalto sobre los pies descalzos, ni el gusto a jazmín de los
besos en la noche, ni el aroma de la untura blanca.
Si nos espera el olvido,
tratemos de no merecerlo. Y pensemos que después de todo, aunque la victoria
final sea de los Amigos del Olvido, será un triunfo sin festejo. Nadie lo
recordará jamás.
Alejandro Dolina ,Crónicas del Ángel gris (1988)


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