Cuento : "La maldición de Pluteus".

(Texto sin fecha ni autor, hallado escrito en las paredes de un hospital psiquiátrico)
Se dice que la verdadera historia de la humanidad comienza con el nacimiento de la escritura. La necesidad académica de catalogar y fechar, dividir y subdividir períodos clasifica a todos aquellos individuos que aún no dominaban el arte de comunicarse por medio de símbolos como “Prehistóricos”. Pluteus es anterior.

Las pocas y contradictorias fuentes encontradas con respecto al mito de Pluteus concuerdan al menos en un punto: Pluteus nació el día en que el primer homínido, sentado alrededor del fuego junto al resto de su tribu, relató una historia salida completamente de su imaginación. Utilizó imágenes que todos conocían, lugares que a todos les eran familiares, y de a poco fue penetrando en sus primitivas mentes, iniciando un recorrido que aún persiste hasta nuestros días. La audiencia, con sus ojos completamente cerrados, pudo experimentar por primera vez desde el comienzo de los tiempos una realidad que no estaba allí, que no era inmediata. Alguien estaba compartiendo la primera historia del mundo, y Pluteus nació con ella. 



Sumerios, Babilonios, griegos, egipcios: todas las culturas del planeta descubrieron que compartir historias, propias o ajenas, era una característica inmanente del ser humano. Una fuerza de la naturaleza, incontrolable, que unía a las personas y las afectaba por igual, sea cual fuere su rango o condición: todo el mundo, desde el más pobre al más rico, del más débil al más fuerte, podían ser fascinados por igual ante un relato. La magia de Pluteus lo permitía, ya que él mismo se alimenta de las fantasías. Las antiguas civilizaciones que comprendieron esta fuerza incontrolable de compartir historias incluyeron en sus panteones a Pluteus, pero lo dotaron de rasgos y características que le eran ajenas, y respondían más bien a la cosmovisión de cada una de ellas. Tal es así que Pluteus pudiera ser Enki, dios de la sabiduría y la magia de los sumerios, Nisaba de los Caldeos, el Nabu babilónico, o el Tot egipcio; encargados todos a su modo de proteger la escritura. El valor de la palabra no era ajeno a ninguno. Incluso el mito de las musas griegas se entremezcla en un punto con el mito de Pluteus, intentando darle un sentido. Pero Pluteus ya existía, él fue quien guiaba la mano de Hesíodo mientras las nombraba y les asignaba sus funciones. Una de las leyendas más antiguas cuenta que la alta salinidad del mar muerto se debe al llanto de Pluteus luego de la destrucción de la biblioteca de Alejandría.

Los registros geológicos lo atribuyen a otros fenómenos, pero Pluteus nunca estuvo interesado en geología.
Cuanto más lejos llegan las historias, cuanto más impacto tienen en las sociedades, cuanta más alegría o sosiego surten en las audiencias, Pluteus más se fortalece. Muchos han intentado antropomorfizarlo, dado que las pasiones de Pluteus a veces se asemejan con las de los humanos. Pluteus ríe y llora con El ingenioso hidalgo don quijote de la mancha, sufre con Les miserables, tiembla bajo la prosa de Edgar Allan Poe y se estremece con la genialidad de Stephen King (algunos aseguran que durante un tiempo habitó en el condado de Maine). Durante el siglo XV tuvo bajo su cuidado a Johann Gutenberg mientras desarrollaba la imprenta, y protegió a cada trovador y juglar en cada una de sus travesías, llevando historias de poblado en poblado. Y hasta siguió de cerca y con entusiasmo la labor de los hermanos Grimm, pues es a veces es omnipresente, si así lo desea.
Estuvo presente en Auschwitz mientras un prisionero condenado a muerte relataba historias a sus compañeros, a sabiendas que podían ser las últimas que escucharan. Está presente en los cuentos que cada padre relata a sus hijos, cada maestro a su alumno, y guía las manos de cada individuo que, siguiendo el impulso ancestral, comienza a crear un relato. De hecho, está aquí, mientras escribo, y se deleita mientras usted lee estos párrafos. 



Pluteus se compone y alimenta de la energía onírica que cada lector y escritor emana mientras disfruta de la literatura. Su sangre es la tinta de cada letra escrita en la historia, inhala imaginación, exhala júbilo. Sufre cuando el comercio se sobrepone a la lectura, no comprende lo que es el dinero. No comprende cómo una especie es capaz de producir tanta cultura, y limitar su acceso a unos pocos. Durante muchos años, su labor fue la de proteger las bibliotecas, ya que consideraba que en ellas se erigía el último bastión de la cultura del relato. Así, para proteger a la humanidad de sí misma, copió y archivó todos y cada uno de los libros escritos en la historia, en cada cultura, en todos los idiomas. 
Se dice que Pluteus habita en una biblioteca de pasillos infinitos, y que ha protegido a cada uno de sus libros con una maldición, para que solo los más dignos fueran capaces acceder a ellos. Por fin entendimos el valor de compartir libros, y he aquí la maldición de Pluteus:
"Nuestro tiempo es finito".
Jamás ningún humano podrá leer toda la literatura existente. Así que debemos elegir con sabiduría cada una de nuestras historias, a sabiendas de estar perdiéndonos muchísimas más. Así surgieron los primeros librómanos en llevar la maldición de Pluteus, los primeros librómanos malditos, de quienes descendemos. Y nuestra labor es y seguirá siendo la de compartir historias, por siempre.

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